
A principios de verano, me regalaron en Galicia cuatro esquejes de la planta rosa negra, Aeonium arboreum. Cuando llegué a casa, tan contenta, las puse en una maceta, las regué y las saqué al sol, al lado del resto de suculentas.
Al día siguiente, espachurradas. Lacias, lacias. Las recoloqué debajo de un arbusto. Perdieron todas las hojas. Hasta que poco a poco un tallo resistió. Otro empezó también a echar alguna hoja. Pero nada, seguían tan mustias.
Tres meses después espabilaron y desde hace unos días lucen muy espectaculares. Ahora, esperemos que crezcan mucho y tengan brotes.

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